martes, 24 de abril de 2007

NOVENTA Y NUEVE

Todos sienten la obligación de expresarse sobre las ejecutorias de cualquier gobierno luego de transcurridos los primeros cien días de gestión, creo que la víspera es más que suficiente.

Vamos, solo enumerando, lo más destacado, políticamente hablando, del Gobierno posesionado el 15 de enero de 2007:

Se ha dado una demostración de enorme habilidad para el manejo de los tiempos:

- El Presidente ha sacado provecho de la popularidad con la que triunfó en el proceso electoral del 26 de noviembre de 2006, manteniéndola y acrecentándola, atrayendo simpatías y sembrando antipatías, de tres formas:

- Presentándose como un único enrumbador de la nación, a través del uso, incluso abusivo de la tarima, sin un discurso de fondo, en el que dibuje claramente la forma de poner en marcha los diversos mecanismos que, en teoría, llevarán a cristalizar un proyecto. Un discurso que entusiasma y exalta a sus escuchas con la enumeración de potenciales resultados y ha sido un factor positivo para el Presidente; un entusiasmo popular proveniente, tal vez, de que no se comprende todo lo que dice el señor Presidente, sino exclusivamente aquellas secciones de sus discursos en donde, con fuertes e innecesarios adjetivos calificativos, se refiere a personas que no comparten su forma de pensar y ver ciertos asuntos.

- Poniéndose el señor Presidente como víctima de la “partidocracia”, sin embargo de que, tácitamente, acepta las formas violentas que los clásicos militantes de la “partidocracia” obsoleta, emplean para demostrar adhesión a diversas tesis gubernamentales, muchas de estas tesis y programas en el fondo buenos, pero las formas de sustento a través de los “partidócratas” afines al Gobierno, son altamente criticables.
El Presidente oficialmente ha criticado los mecanismos violentos, pero ha dado la bienvenida al apoyo a su Gobierno, venga de donde viniese, aclarando (suponemos que por curarse en salud) que ese apoyo no tiene por qué venir con condiciones de ningún tipo: esa parte del discurso cae muy bien.

- La “venta” de las tesis del Gobierno se ha efectuado con los métodos tradicionales, es decir por medio de la publicidad y no de un adecuado proceso de información sobre asuntos sumamente importantes que están en el horizonte inmediato de la vida nacional. Se ha vendido la idea de que todos los actores políticos, salvo los auspiciados desde el Gobierno Central son malos, pésimos, antipatrióticos, pérfidos. Todo este despliegue publicitario, en su parte “en vivo y en directo” ha sido llevada, a riesgo de desgastar su imagen innecesariamente, personalmente por el señor Presidente a través de constantes visitas a diversos lugares de la geografía nacional; cosa que no rinde malos frutos a sus intereses coyunturales. Veremos sin con los discursos encendidos del Primer Mandatario a futuro no habrá una tendencia a la desestabilización de la paz social.

Por otra parte, el Gobierno le ha ganado la partida por amplia goleada, hasta ahora, a su desorganizada y acéfala oposición de varias formas:
a) Haciendo, muy hábilmente por cierto, que la población la perciba, sobre todo a través de los representantes de la oposición en el Congreso, como una especie de demonio obstruccionista y antipatriótico, opuesto irracionalmente a la necesidad de cambio que es sentida en el alma de cada ecuatoriano.
De hecho al Presidente le ha faltado desnudar la realidad electoral referente a que las elecciones de diputados las ganó, en estricto sentido, “nulo”, pues ese fue el candidato de la preferencia general. Los electores reaccionaron de esa forma ante una inagotable deuda de verdadera legislación para el progreso y un bochornoso e inaceptable sobregiro de corrupción, clientelismo y politiquería de la más baja calaña.

b) Diezmándola, a través de valerse de los propios errores de la típica forma “tronchista” de hacer política desde el Congreso, es decir, poniendo en evidencia que el diputado promedio, con honrosas excepciones testimoniadas en todas las legislaturas, viola la Constitución al no actuar con sentido nacional y sintonizado con los intereses de sus electores, sino de los del dueño del partido, el financista de la campaña o de los suyos propios, convirtiendo al Poder Legislativo en un horrible y detestable poder “palanqueativo”.

c) Entrando en una especie de “guerra” de ilegalidades e incluso injusticias, que han tenido diversos actores “partidócratas” favorables y detractores del Gobierno y sus planteamientos en el Congreso, Tribunal Constitucional, Tribunal Supremo Electoral y diversas judicaturas; circunstancias de las cual, por la fuerza, ha salido el Gobierno ampliamente triunfador y hasta fortalecido.

En este momento no necesitamos de mesianismo desde el Ejecutivo, pero tampoco del autoritarismo del que hemos visto es capaz.
Lo que si necesitamos es que con mesura, libertad, equilibrio y verdaderas acciones de Estado, se motive y conduzca al Ecuador al cambio en paz que reclama desde hace mucho tiempo, para bien de todos los presentes y los que están por venir.
No al mesianismo, porque la nación no tiene condiciones para que se incurra en gastos extremos que comprometen el futuro económico de mediano y largo plazo; y, porque eso es engañar a la población menos informada sobre la verdad referente a unos recursos que no son inagotables. Porque “papá Estado” ha sido y es un fracaso.
No al autoritarismo, porque no nos conduce a nada más que a poner de manifiesto horribles diferencias entre hermanos que nos cobijamos bajo una misma bandera y un credo común promedio: el Cristianismo. No a parapetarse en una fuerza pública francamente deliberante y engalanada de privilegios disfrazados para mantenerla tranquila.

Noventa y nueve para ver una estrategia definida hacia la consecución de un objetivo político.
Noventa y nueve para desnudar unos actores políticos sin bases más que las de sus propias miserias.
Noventa y nueve para proyectarse a seguir vendiendo ilusiones.
Noventa y nueve: falta uno para cien.