jueves, 29 de enero de 2009

Mucho que decir.-

Causa molestia ver como se maneja el escándalo de la semana: la narco política. La verdad debería relucir y las investigaciones deberían seguir profesionalmente, sin temor ni favor.

Dudamos que el gobierno evite meter mano en el asunto, pues aparentemente tendría mucho que perder. Además que hay antecedentes de intervención gubernamental cuando se trata de amainar eventuales tormentas.

Por su parte el congresillo “fiscalizador” ha manifestado por intermedio de su “ficha” judicial: César Rodríguez, que una investigación “…se iniciará en el Legislativo “cuando se cuente con los elementos necesarios para llevar adelante un proceso”. …” O sea bla bla y métale a la cortina de humo…

Se presume la inocencia de todo ser humano mientras no se haya declarado su culpabilidad mediante sentencia ejecutoriada, eso no se discute y la eventual culpabilidad de los imputados en este escándalo debe ser determinada en un juicio justo.

En el caso que hoy agita la nación hay una oscuridad que no ayuda a nadie y que complica a todos. El quid no está en condenar, o no, a Ignacio Chauvín, sino en saber si es que ha habido, o no, una red de narco terrorismo que ha actuado libre e impunemente bajo el auspicio del gobierno.

Queremos saber qué hay en la ALDHU y qué actuaciones han tenido Juan de Dios Parra, Gustavo Larrea y Diego Benítez. El país necesita aclaraciones sobre los muchos movimientos verificados al interior de la policía, que por favor no se nos pretenda hacer tragar la píldora de que esos cambios son normales. Ese tipo de “salidas al paso” además de ser de muy mal gusto, dejan una sombra de duda que no es beneficiosa para la institucionalidad ni el profesionalismo policial.

Deja marcado olor a podrido el que se quiera entorpecer un proceso de investigación que, en el fondo, debería buscar saber técnica y científicamente, si hubo aportes de la narco guerrilla de las FARC en la campaña electoral del actual Presidente.

Seriedad y amor patrio deberían ser los ingredientes para resolver este caso, pero bajo la batuta de la revolución revolucionaria y su particular estilo de verdad lo dudamos. Ojala estemos equivocados.

La primorosa primera primaria.-

Ya que el promedio de los ecuatorianos tenemos la horrible tendencia al prejuicio, para desmarcarnos de esa forma de ser “pata amarilla”, empecemos saludando los, suponemos, buenos propósitos democráticos alrededor de hacer primarias en el partido oficial.

La verdad es que no les salió bien el asunto y más bien deben explicaciones al público y tienen mucho para ver casa adentro.

Las primarias oficialistas fueron una oportunidad para ser testigos de las prácticas políticas de quienes, con razón, se manifestaron en su momento contrarios a la forma de escoger candidaturas.

Esta vez les tocaba a ellos, a los de corazones ardientes y mentes brillantes; sin embargo los ardores y brillos fulgurantes casi terminan en un incendio fratricida: denuncias de fraude y tongo, pero esta vez se traba de la misma organización política, la oficial, la aparentemente más opcionada.

Los oficialistas fueron tan “clásicos” en el ejercicio político que, en cada denuncia entre “compañeritos”, solo confirmaban en la verdad a quienes piensan que en este “proyecto”, salvo honrosas excepciones, no hay ideología ni patriotismo, sino la clásica viveza criolla reciclada y sobre todo actores que no tuvieron empacho de mostrar resentimientos y complejos.

Las supuestas fallas del proceso y los detalles de las denuncias hechas entre “compañeritos” no nos interesan, ese es un asunto de su única y exclusiva incumbencia, pues son cosas que deben tratar “casa adentro”.

El asunto aquí es que se usó abiertamente infraestructura estatal y empleados del Estado para llevar adelante un proceso que constituye asunto interno de un partido y no público de una nación.

Nos gustaría se muestre información en la que se explique, clara y documentadamente, quién, con qué recursos y en qué monto pagó la presencia de la policía en los recintos de votación. ¿Cuánto costó el operativo? ¿Qué número de efectivos se movilizó y en qué sectores del país?

Quien y por qué dio autorización para que lugares como escuelas y otros edificios estatales sean recintos electorales para un partido.

Fue incomodo observar imágenes de televisión en donde un agente de policía es agredido por un pre candidato y rematado por un gobernador en funciones. Otras imágenes daban cuenta de riñas entre militantes del partido de gobierno y se veía que los policías eran conminados a ser árbitros de sus peleas.

Malo, así es como calificamos al “espectáculo democrático” que mostró el oficialismo. Quizá haya habido buenas intenciones detrás, ojala se puedan ver mas claras otra vez.

Lo que se evidenció manifiestamente fue el promedio de una práctica política sucia y pendenciera que el gobierno y sus aliados pretenden vender al pueblo como nueva.

El mismo engaño con diferentes engañadores. Nada más.