viernes, 8 de junio de 2007

Campaña.-

El borracho consuetudinario cuando llega a su casa y es recibido por su llorosa conviviente o esposa, ante el cuadro patético del chispo incorregible que siempre llega así, de lo cual el ebrio en un momento de lucidez se da cuenta y además que causa daño a sus mas próximos, propicia que éste haga promesas que jamás cumple.

“… Mijita linda: te juro que de hoy en adelante ni un trago más, que voy a llegar siempre temprano a la casa, que nunca más iré de juerga con los amigos, que no me beberé el dinero de la quincena, te juro que te voy a tratar bien…” y ante este discurso lleno de promesas, que en apariencia abre espacio para una nueva convivencia armoniosa y pacífica, el alcohólico se pone feliz y dice: “… esto merece un traguito…” y busca en el licor la calma.

Algo parecido le pasa al Gobierno Nacional que, fiel a las máximas del chispito, propicia desde el ejercicio del poder un “caos organizado” en el que los frentes con los mas diversos sectores de la nación se abren como puertas sin cerrojo en ventolera.

Luego, pletóricos de aparente arrepentimiento salen a discursear, a lo chispito, diversos funcionarios del Ejecutivo, entre los que se incluye el señor Presidente, rectificando, aclarando, disculpándose, o no, pero en todo caso prometiendo que el reciente exabrupto fue el último, para que más de lo mismo se repita casi a día seguido.

En los dos casos huele a “campaña”.
La “campaña” del borrachito, porque su vicio desborda sus fuerzas de voluntad y no puede parar de beber. La del Gobierno, porque cumplir su objetivo político y salvaguardar la tensión política vale cualquier promesa mentirosa; y, mantener el estado de “campaña” es requisito para que tod@s estemos los suficientemente maread@s como para que lo trascendente nos parezca difuso y viceversa.

Al borrachín “campañero” se le puede internar en un centro de ayuda para que lo desintoxiquen primero y lo traten psicológica o psiquiátricamente después.
Pero con el político eufórico, lioso y soberbio… ¿qué se hace?

¿Qué pasó con el proyecto de estadista de generación, sangre e ideas nuevas que eligió el país lleno de esperanza?
Nada, las mismas viejas prácticas viciosas y viciadas: TSE, TC, Congreso, etc. Amarres, componendas, troncha e irresponsabilidad.

¿Qué pasó con la “descaotización” prometida?
Nada, tenemos “caos organizado” y con yapa de amenazas…

¿Qué pasó con la cordura?
¡Se busca, pobre, está perdida! ¡Se ofrece recompensa a quien la encuentre!

Lo real es que sigue la campaña electoral, esta vez desde el ejercicio del Gobierno, con todos los peligros que ello implica para el diáfano quehacer político que nos prometió Correa y por el que votó el pueblo.

Todavía es tiempo de cambiar y de una vez ser serios y respetuosos con sus propias promesas. Con el chispín ya se sabe qué hacer, pero ¿Qué haremos con el Gobierno campañero?