lunes, 28 de mayo de 2007

¿Queréis Revolución?

Hoy se recuerda que hace sesenta y tres años se pronunció la frase del Presidente Velasco Ibarra: “… ¿queréis revolución?, ¡hacedla primero dentro de vuestras almas!, ¡sin amilanarse, sin amilanarse!...”. ¿Qué revolución busca el Ecuador de nuestros días? ¿Qué miedos la detienen?

La de Velasco es una frase plenamente actual, sólo que a diferencia de 1944 en nuestros días el proceso político es más elaborado y la realidad social tiene componentes más complejos.

La revolución de nuestros días pasa porque todos los ecuatorianos orientemos nuestros esfuerzos, desde la posición en la que nos encontremos, a que se eviten confrontaciones innecesarias, que busquemos el destino común a partir de entender y aceptar que somos un solo pueblo. Que esos esfuerzos busquen fervientemente como resultado un mejor país: transparente, ordenado, con futuro, con bases que ofrecer para cimentar el progreso de nuestros hijos.

Velasco Ibarra invocaba a esta revolución, me atrevería a interpretar, como la necesidad de renunciar a posiciones personalistas o exclusivamente basadas en las ideologías y dar paso a que se viabilicen proyectos comunes, pletóricos de ecumenismo político, que resulten en beneficio del promedio de la población. Esta, ciertamente, no es una tarea fácil: exige mucho renunciamiento y mayor patriotismo.

Tranquilidad y acción demandan las circunstancias actuales del país.

Tranquilidad para ver objetivamente cuáles son las necesidades de tipo jurídico que clama la organización de nuestro Estado, canalizarlas y cristalizarlas en la Asamblea. Tranquilidad para observar en el día a día cuáles son y cómo se producen las diversas reacciones de la opinión pública sobre los actos gubernativos. Tranquilidad para responder esos comentarios con acciones y no con palabras.

Acción para, con sapiencia, ordenar el funcionamiento coherente de este aparataje común que se llama Estado y que nos envuelve a todos. Acción para desterrar la corrupción y sus millares de tentáculos. Acción para sincerar la realidad nacional y hacer sentir que cada uno de nosotros es copartícipe de la misma y que además puede y debe ayudar a mejorarla.

lunes, 21 de mayo de 2007

Integridad y libertad.-

Rectitud y probidad sumadas a la facultad natural que tiene el hombre de obrar de una manera o de otra, o de no obrar, por lo que es responsable de sus actos, son cualidades que, al reunirse en una persona, producen como resultado un ser humano capaz de ser feliz individual y colectivamente.

La experiencia humana parte de que cada cual tenga capacidad de interiorizar en su esencia y darse cuenta de que espiritualmente le falta todo, porque no tiene nada; y, aún así tener simpatía por esa humanidad individual y a partir de ella tener simpatía y profesar amor por la de los demás.

Las pretendidas diferencias entre humanos, por ejemplo en la política o en el amor, no son más que manifestaciones de abstracciones que no permiten a quienes las sufren entregarse a sí mismos a partir de una experiencia de vida, de una experiencia personal que compartir desde el ejemplo. Estas pretendidas diferencias no son más que tristes y egoístas manifestaciones de carencia de universalidad.

En vez de darse a sí mismos a partir de la experiencia pretenden ser el instrumento de un ensimismamiento, es decir de una ideología, lo que en el fondo excluye, reduce y fanatiza; pretenden darse a partir de una pseudo experiencia carente de humanidad; eso no es posible porque no se sabe o no se prevé que haya disposición para jugarse su propia unidad como vida y como criterio por los demás, por el otro, porque no hay la sencillez unificadora, la sencillez que sostiene lo complejo de la realidad.

Cada vez hay más poses egoístas que defender, con más ardor y menos objetividad, justamente por falta de sencillez y de libertad, si, de esa libertad para expresar con humildad lo que es cosecha de humanidad, de experiencia interior.

El temor a que se nos juzgue desde una tribuna de pensamiento ideologizada o del tristísimo “qué dirán”, no es mas que esa cobardía de no ser capaces de compartir y de que nuestro ego se sienta dolido por saber, al final del día, que el miedo a nosotros mismos no nos permite ser libres.

martes, 15 de mayo de 2007

¿Decir o callar?

Depende qué decimos y qué callamos y ni se diga lo que se difunde, o no, en los medios de comunicación.

Entre lo que se dice a través de los medios se tiene que diferenciar noticia y editorial. La noticia debe informar y ha de reflejar con objetividad y claridad la crónica de un suceso que interesa a la comunidad. Un editorial es el reflejo de la opinión que pertenece a quien la expresa o al medio que la difunde.
Las opiniones que se vierten desde una página editorial no necesariamente son, como lo define el Diccionario de la Real Academia Española, el sentir o estimación en que coincide la generalidad de las personas acerca de asuntos determinados.

Que los medios de comunicación ecuatorianos en general en más de una ocasión han exagerado ciertas cosas, no hay duda. Estas actitudes sostenidas y acentuadas hasta la caricatura en ciertos medios han confundido en más de una ocasión lo que es noticia y lo que es editorial, pues se han “noticiado los editoriales” o se han “editorializado las noticias”. Asimismo hablar “por hablar” es nocivo y conduce a interpretaciones siniestras y maliciosas.

Recordemos en años recientes, a propósito de los problemas de una institución bancaria y sus personeros, la carga editorial manifestada en reportajes disfrazados de noticias en cadenas de televisión propiedad de los imputados; o, la pugna entre dos grupos editoriales por la publicación de una parte de la guía telefónica de Guayaquil.
No importa quién sea el detentador de la razón; lo importante es evidenciar que se trata de vender una posición determinada, justa o no, como verdad absoluta valiéndose de los medios. Eso está mal.

Callar en los medios es malo para la comunidad cuando se tiene algo valioso que decir, sea opinando o informando.

Callar también puede ser un reflejo sea de sabiduría o de cobardía.

Callar por prudencia es cristiano, puede ser sabio y conveniente para los intereses de la sociedad.

Callar por miedo es terrible, pues ese silencio puede ser cómplice de no difundir la verdad, sabiendo que solo ella nos hará libres.
Elijamos y juzguemos lo conveniente entre decir y o callar, sobre todo teniendo en cuenta el momento histórico que atraviesa nuestra sociedad, sedienta de verdad y libertad.

miércoles, 9 de mayo de 2007

Infraestructura absurda.-

En el Ecuador se construyen las obras de infraestructura, sobre todo vial, partiendo de la necesidad creada de que sean baratas y se hagan rápido: exactamente como no se las debe hacer. Así entonces, las carreteras no duran y causan más de una molestia, generando al paso injusticias.

El asfalto es producido únicamente por Petroindustrial en la refinería de Esmeraldas y no es tratado por la “petro” como un producto industrial sujeto a controles de calidad, ¡sino como un residuo! Este mal producto, que unas veces es “aguado” y otras demasiado duro (preguntemos si no a los constructores), al ser el único disponible en el Ecuador todas las constructoras lo deben comprar y además sobre él no hay crédito, se lo paga de contado.

El asfalto de mala calidad es aplicado en las carreteras, mismas que en condiciones óptimas están diseñadas para soportar pesos de hasta 48 toneladas. ¿Pueden ustedes pensar en el comportamiento físico del asfalto en una subida de 7 grados en las montañas de los Andes sujetas al sol ecuatorial y al tráfico de camiones cargados con 60 o más toneladas?... Y encima ¡sin mantenimiento! ¡¡Pues se hace olas y luego baches!!... Luego las carreteras no duran. Y se reinicia el eterno “proceso de inversión en infraestructura” bajo las denominaciones de rehabilitación o reconstrucción con una periodicidad absurda, que no soporta una economía como la ecuatoriana.

Cuando los técnicos en el trazado de una carretera se encuentran con un río seco, prevén, para que el proyecto sea barato, que el caudal será lo suficientemente bajo como para poner ahí una “alcantarilla” (tubo de acero enterrado en la mesa de la carretera) y no un puente, sin considerar que el mantenimiento de dicha alcantarilla es algo que previsiblemente no sucederá. Entonces viene el primer invierno, el cauce seco trae no solamente un caudal de agua mayor al previsto, sino arrastra materiales que taponan la alcantarilla y al taponarse ésta se afecta la mesa la carretera… Todo por esta genialidad de ahorrar en tonterías sin ver el futuro de la obra. Colapsa la alcantarilla, se afecta la mesa, se corta la vía… Se lanza un proceso de “rehabilitación”… Más de lo mismo.

Otra parte del problema, que tiene muchísimos más detalles que los que abordamos a manera de enunciado apenas en este blog, es el mantenimiento rutinario. El mantenimiento debe ser priorizado para que lo que ya se ha invertido no se pierda por descuido. En vez de emprender en nuevas obras, se debe conservar de buena manera lo que ya existe y que muchos recursos y sacrificios le han costado ya a la comunidad nacional.

Capítulo aparte merecen las eternas disputas entre la administración pública y los constructores por las deudas que se acumulan. Esto es motivo para que constantemente se estén paralizando las obras y no se cumplan los plazos, se tengan que reajustar los precios y se deban realizar nuevas obras sobre lo que se ha dañado de la parte ya realizada.

Que el Estado deba no es necesariamente malo para los constructores, pues así ellos tienen un gran poder para presionar al régimen de turno por obtener nuevas obras y si no para hacer que el Estado les pague las deudas con bonos, los que rinden magníficos intereses, bonos que a su vez les sirven como garantía para obtener créditos en diversos centros financieros internacionales a intereses bajos. De la operación financiera descrita lo normal es que tengan saldo a favor los constructores.

Las carreteras deben hacerse considerando las particularidades de nuestra geografía, ecosistema y sobre todo nuestra economía. La mejor opción es hacerlas de cemento, para que no haya que sufrir por las vías cada cinco años, sino haya que preocuparse por ellas cada veinticinco. La relación costo beneficio aboga indiscutiblemente a favor del concreto. Como ejemplo veamos a Cuenca, con calles y avenidas de concreto en buena parte de su área urbana, obras que han sido hechas una vez, bien hechas, bien fiscalizadas, sabiendo que el dinero fluye escasamente y que se lo debe aprovechar con criterio cívico. De esta forma se evitan injusticias, deudas económicas y morales.

jueves, 3 de mayo de 2007

¿Viene?: ¡Vamos!

La asamblea viene y hay que prepararse de la manera más coherente para que el producto de la misma no sea motivo de quejas, problemas y desajustes a corto plazo, al fin y al cabo debemos tener una nueva y buena Constitución, no un mero plan coyuntural.

Para ello, debemos partir de principios fundamentales y se debe evitar la ideologización de la asamblea, pues la ideologización excluye, reduce y fanatiza. Evitemos pues la ideologización de la Constitución resultante y basémosla en justicia, sentido común y compromiso.

Antes que todo debemos tener conciencia de que somos humanos y que nuestras actividades están por y para las personas y no al revés: ese es el ánimo con el que debemos acudir los habitantes del Ecuador a sentar las bases del porvenir traducidas en la nueva Constitución.

En la nueva Constitución no debemos apuntar a la “sana mediocridad” de “no te metas conmigo, que yo no lo haré contigo”, no. Justamente porque un nuevo ordenamiento exige un compromiso a largo plazo, para que nuestros hijos y nietos no se encuentren con problemas que resolver, sino con bases serias y duraderas sobre las que puedan trabajar en paz.

Expresar en la asamblea el relativismo, es decir hacer lo que me parece solamente, sin abrirme, sin intervenir en contra de la mediocridad produce agresividad, misma que para detonarla basta una mínima chispa, lo cual no conviene ni ahora ni nunca.
Romper la mediocridad superando nuestras propias limitaciones con valentía, sin caer en sub culturas acomodaticias que van con el flujo social, con la moda, con la forma y no con el fondo.

En la asamblea no busquemos la mera norma, sino el absoluto. La norma puede ser abstracta, el absoluto no lo es porque no se basa en circunstancias sino en la vida misma. Desde la finitud de la vida humana pensar que podemos proyectarnos al infinito, sin tener posturas “descafeinadas” ni “light”, verdadero compromiso humano, con lo duro que puede ser asumirlo y sobre todo vivirlo.