lunes, 17 de diciembre de 2007

Volare.-

Transportarse por avión desde y hacia Quito no es un privilegio, sino una necesidad del día a día, sin embargo hay unas cosas tan propias de nuestro folclor traducido en la frase: “no pasa nada”...

A partir de que se produjo el accidente del Airbus 340-642 de Iberia, el 9 de noviembre pasado, los instrumentos que garantizan la operación instrumental del aeropuerto capitalino no funcionan porque se rompieron y no hay, hasta ahora, otros que los reemplacen, pero igual “no pasa nada”…

Quienes tenemos curiosidad por cómo se desenvuelven las operaciones aéreas en Quito, al mirar el cielo se nos pone la carne de gallina cuando vemos a todo tipo de aeronave, sin excepción, este último mes y medio, realizar maniobras de aproximación, como si se tratase de una exhibición aérea.

Desde la ventana de mi oficina y desde la de mi habitación veo a lo largo de todo el día, enormes aviones como los B747-200, B747-400, A340-313, MD-11, B767-200, B767-300, B757 y también aquellos que prestan servicio en las rutas domésticas. Cuando uno mira atentamente el cielo quiteño sabe cuál es la aerovía que se usa normalmente para aproximarse al “Mariscal Sucre” y cuál la altura a la que deberían pasar por determinado sitio los aviones y espeluzna ver a las aeronaves fuera de la aerovía normal y tremendamente cerca, en algunos casos, de los últimos pisos de algunos edificios. Pero “no pasa nada”…

No hablemos de la enorme cantidad de “retacadas” (aterrizajes fallidos) que se verifican cada vez, de hecho he visto efectuar estas maniobras a más de diez aeronaves en este mes. Probablemente se dirá que estoy exagerando y que, por ejemplo, el antiguo aeropuerto de Hong Kong (Kai Tak) requería de maniobras más peligrosas en su aproximación, sí, es verdad, pero Hong Kong está a nivel del mar, no a nueve mil pies de altura. Pero igual, “no pasa nada”…

Pasará lo mismo con el aeropuerto de Tababela en donde habrá más restricciones operacionales por efectos climáticos y geográficos, además igualmente se sentirán los problemas de un aeropuerto “hot & high” (alto y caliente), luego, Quito no habrá ganado mayor cosa con su proyecto “Aerotrópolis”, es decir “no pasa nada”…

Estudios a nivel global, determinaron hace más de veinte años, que en el planeta hay veintisiete puntos geográficos que presentan condiciones para emplazar instalaciones aeroportuarias que tendrían condiciones de “aeropuerto abierto”, es decir 24/7, una de ellas se ubicó en el Ecuador, en el sector de Daular, cerca de Guayaquil. Sin embargo estas incompresibles broncas pueblerinas entre ecuatorianos han determinado que se haga un nuevo aeropuerto para cada ciudad en vez de haber optimizado el “Mariscal Sucre” planeando sin tonterías, con mucha técnica y seguridad un puente aéreo de primera entre Quito y Guayaquil con aeronaves modernas y seguras. Sion embargo ya se ve como se hacen las cosas de manera egoísta, pueblerina, buscando enfrentamientos y con ellos protagonismos que no caben cuando se habla de técnica; y, para variar, “no pasa nada”… ni pasará...