martes, 4 de marzo de 2008

No todavía Jeff.-

Querido Jefferson:

Espero que no se moleste cuando lea esta carta. Por el contrario, pensaria que cumplí mi propósito si usted llega a sentir en esta misiva que sus líneas tienen únicamente buenos deseos y mucha, mucha admiración por Usted.

Quien se la escribe es una persona que le admira por su tenacidad, inteligencia y capacidad para alcanzar metas. Una persona que desea para usted, desde el fondo del corazón, lo mejor para su vida, como bien se lo ha ganado. Una persona que, desde 1988, ha derramado lagrimas de orgullo patrio gracias a Usted y se lo agradece en el alma.

Así como dice en las propagandas radiadas que llevan su voz: “…un día la meta fue...”, creo que el día para que la meta sea su participación exitosa, como es de desearle, en la política, no esta en el horizonte aun.

En el campo de la política se necesitan seres humanos íntegros como Usted, querido Jeff pero, no se queme todavía. No caiga en la trampa de “picarse” (y mucho menos en el momento actual) con una actividad a la que, desde la experiencia, la puedo definir como “Una porquería fascinante”

Es verdad que nuestro compromiso generacional es reivindicar lo fascinante que encierra la política, por su naturaleza de servicio a los demás; y, desterrar lo sucio de esa noble forma de darse a nuestros semejantes.

El salto que Usted anuncia, ahora mismo, queridísimo coterráneo, seria una “Rolandoverizacion” más que usted no merece. Usted es un hombre preparado, con alma, sustancia y fundamento. Por ello y Usted lo sabe, la paciencia es elemental para proyectarse correctamente en lo que se desea con ardor. Por mas contradictorio que esto suene.

Deje usted que decanten las turbulentas aguas de la coyuntura actual y ahí si ¡déle con todo!, como en Japón, como en Paris, como en Seúl, como en su vida entera...

Dese tiempo para, a partir de su inteligencia, estudiar calmadamente todo lo que sucede en la Nación. No se deje enganchar porque le hayan soltado la grosería de moda. Esa reacción es, justamente, la que esperaban sus eventuales detractores. Demuestre su “peluconeria” de alma, que la tiene y de sobra. Que quienes tienen el afán de quemarlo políticamente se queden con las narices largas porque Usted (con mayúsculas) al igual que Don Quijote les dirá “…vamos despacio, Sancho, que tenemos prisa…”

Reciba el testimonio de mis mejores deseos, ahora y siempre, sea cual sea su decisión.