viernes, 20 de abril de 2007

El Cambio Interior.-

Para poder juzgar la democracia, es deber actual de los ecuatorianos vivir dentro de ella para hacerlo con plenos fundamentos. El involucramiento debe venir de una convicción cívica y de la motivación humana de ser parte de la forja de nuestro propio futuro. No hacer nada, tal vez será muy cómodo, pero no nos da derecho a decir nada sobre lo que nada hacemos.

Esta aseveración parte de que la vida democrática de la nación se la ha tomado, por parte del promedio de nuestros compatriotas, como una cosa extraña y lejana respecto de la cual se debe y se tiene que comentar simplemente, al igual que lo hacemos con el fútbol, sin entrar en la cancha. Postura relajada y nada comprometida con el propio futuro pues la democracia exige la participación de todos.

Es verdad que los medios para acceder a participar en la democracia, hasta ahora han sido manejados por unos “equipos” organizados de una forma que ha tocado fondo y demandan ejecutar urgentemente profundas reformas, partiendo porque a estas organizaciones les ha faltado el ingrediente básico en su interior: democracia. Los partidos, aquellos con ideología de fondo, no son malos en sí, lo han sido sus “directores técnicos”, pues no han echado mano de “jugadores” de la democracia en función de sus méritos, sino del “dedazo” o el “chequerazo”: lamentable, estamos cosechando los frutos de esa mala siembra.
El cambio interior de las organizaciones políticas clama a gritos un manejo horizontal de sus estructuras, que de cómo resultado una sana competencia interna para que los representantes que se escojan lo sean de ideologías y no de intereses, ni personalistas ni estatistas.

El cambio interior está en cada unos de nosotros, en el duro, consciente y constante ejercicio de aceptar nuestra realidad humana con simpatía, teniendo claro que somos individuos diversos que tenemos la obligación de generar y adaptarnos, con sabiduría y paciencia, a las circunstancias históricas y sociales más diversas que con nuestro comportamiento generemos o en las que nos toque desenvolvernos.

OPORTUNIDAD DE CAMBIO, NO DE RELAJO

Se está teniendo una percepción absolutamente errada sobre el “deber ser” de la asamblea constituyente, pues se piensa que será la solución a diversos males de los que es víctima nuestra sociedad. Eso no es así y es bueno que se vaya entendiendo y difundiendo esta verdad.
La asamblea, por definición, es una instancia en donde se deben sentar las bases constitucionales para el funcionamiento proyectado largo plazo de un Estado que, en este caso el ecuatoriano, requiere ser reorganizado en sus bases en asuntos puntuales.
Una Constitución es un compendio de conceptos a partir de los cuales se ha de desarrollar, en una segunda instancia, una legislación coherente a los principios consagrados en la Carta Fundamental. El producto resultante de la asamblea no puede ser reglamentarista, tampoco llena de detalles coyunturales y peor aun contemplar cosas que en Derecho pertenecen a las leyes comunes y aún a los reglamentos, pues ello significaría que las bases jurídicas de la nación expresadas en una Constitución mal concebida, resulten en el corto plazo una camisa de fuerza teniendo entonces que, ante el fracaso del producto de la constituyente, redactar reformas profundas o haciendo una nueva Constitución: situación profundamente inconveniente.
Esta mañana escuché por televisión que ya existe este nuevo espécimen político: el (la) “pre – candidato (a) a la asamblea” y uno de estos personajes (forjados por la prensa no se con qué propósito) comentaba que su proyecto para presentarse a la instancia constituyente será el dotar de agua potable gratuita en una cantidad de cinco metros cúbicos, ¡por favor! esos son proyectos que calzan en una campaña para concejal de una ciudad, pero no para que aquello conste en la Carta Fundamental del Estado; por otro lado escuché a otro de estos personajes pronunciarse sobre que la asamblea deber dictar una ley para regular tal cosa, pero si la asamblea es constituyente, no diluyente… si a ese paso vamos, quien suscribe este comentario planteará como caballo de batalla de su eventual campaña, que en la Constitución debe constar el derecho de todos y todas a la felicidad eterna y a un cuarto de pollo con arroz y vaso de avena en cada comida, que está vedado que los burócratas hagan pausas para el tinto de las diez y que los chulíos de bus deben tener postgrado... todo esto so pena de que lo contrario sea objeto de demanda ante el máximo tribunal de la nación.

Seamos serios por una vez en los asuntos que tocan nuestro futuro y el de nuestros hijos; la asamblea constituyente tiene ya bastante que hacer con la constitución a partir de la necesidad que se siente de, por ejemplo, reformar la manera de elegir a los congresistas de la forma como queremos que el Poder Legislativo se conforme y trabaje; de la necesidad de reformar la organización territorial y el tratamiento profundo, responsable y proyectado a futuro de la descentralización y autonomías; de cómo despolitizar educación y organismos de control.

No perdamos la oportunidad de tener unas bases jurídicas modernas y coherentes. No perdamos la ocasión democrática de que el futuro se siente sobre beses sólidas y no sobre ignorancia y demagogia.