Ocho días y el país no entiende el concepto de “dignidad” del jefe de Estado. Para el actual Presidente fue indispensable “lavar” el torpe ultraje que sufrió. La “lavada” presidencial "tendió" ocho muertos y doscientos setenta y cuatro heridos.
Ocho días en que se da a conocer que han subido el sueldo a la fuerza pública con un retroactivo de diez meses… eso huele al “bono de la insurrección” o la anti insurrección. El incremento comprará algo de calma y tiempo, y queda claro, esta vez para la fuerza pública, como a otros sectores del país que, para el Gobierno actual el lenguaje preferido es el de la fuerza: sumamente triste, particularmente peligroso.
Ocho días de que evidenciamos el durísimo testimonio de cuan torpe puede ser nuestra política. Revelación sin ascos de un protagonista temerario que cree que la institucionalidad de la nación está concentrada en él. Revelación de oportunistas que se desnudaron como anti democráticos y buscaban, sin motivos, una sucesión presidencial.
"No sentí miedo, sino indignación y tristeza", dijo el Presidente el miércoles 6 de octubre, sobre los sentimientos que experimentó el pasado jueves 30 de septiembre.
"No pensé que iba a salir vivo de allí, pensé mucho en mi familia, es lo que más me importa", añadió el Presidente.
Ocho días para preguntarnos, ¿dónde está la prueba de las exigencias que habrían hecho los policías al retener al Presidente, para que efectivamente lo sucedido se encasille en el concepto de “secuestro”?
Ocho días para saber ahora que pocos días antes del “30S”, el Ministro del Interior dijo, en un acto del GOE, que con la nueva ley no afectaría a la policía y que, mas bien se la mejoraría.
Ocho días para que no se olvide la imposición de censura con la indefinida cadena de radio y TV. Que no se olviden las arengas que de varios ministros llamando al pueblo a salir a las calles y plazas del país, a, supuestamente, “rescatar” al Presidente.
Ocho días para ver qué fiscal toma declaraciones a la directora de la Radio Pública del Ecuador, por haber inducido al pueblo a la “toma” del Hospital de la Policía.
Ocho días para darnos cuenta que nuestra vocación institucional es tremendamente frágil y que la vida lo es mucho más. Que la política debe estar para servir a la gente y no servirse de ella para alentar acciones ajenas al bien común.