jueves, 22 de julio de 2010

Coctel de momias.-

La renuncia del embajador Francisco Proaño a su alta representación en la OEA nos muestra que aun hay profesionalismo y dignidad en la diplomacia ecuatoriana. El Embajador decidió no quebrantar los reglamentos propios de la OEA y por ende no representar mal a su país.

Proaño se juega el resto de su vida profesional con un acto no político, en tanto que algunos funcionarios de carrera desde el Palacio de Najas apoyan cualquier tontería.

El asunto de fondo no es el embajador Proaño y sus actos, sino que se revela un manejo de la política internacional en donde sobresalen las malas y dudosas amistades de las que el gobierno actual insiste en rodearse cada vez más cercanamente y de las que el presidente y sus amigos parece que desean ser voceros.

Con lo acontecido, el embajador Proaño, sacrificio personal de por medio, da un duro mensaje al Ecuador sobre que la razón política de un administrador temporal del Estado no es motivo para quebrantar la institucionalidad internacional a la que tanto suscribe.

De hecho en la Asamblea de Montecristi se promovió el concepto de la “ciudadanía universal”, la que suponemos debe ejercerse con la gravedad de tener deberes con la comunidad internacional y no solo ese fandango de derechos que en irresponsable popurrí se metió a troche y moche en la Constitución sin saber jurídicamente lo que se hacía.

El problema crónico del país es que los actores políticos rompen la institucionalidad que marca el estado de derecho. No hay regla que frene el ímpetu personal o político del administrador de turno y su “corte” y de dejar su "huella", o marcar su "estilo", cuando en democracia lo único a lo que se debe obediencia y respeto es al régimen instituido.

En el gobierno actual la ruptura de la que hablamos se ha evidenciado con prepotentes actos de de los administradores de turno. Con ellos se han impuesto muchas cosas: contratos, leyes, una constitución.

Con lo acontecido en la OEA se deja en evidencia que la voluntad política del gobierno actual es ejecutar la política exterior del gobernante de un tercer país, rompiendo la institucionalidad internacional, evidenciando sumisión al proyecto político de Chávez, cero soberanía, cero honor nacional.

Me quedo con las “momias cocteleras”: educados, con mundo, preparados, orgullosos de ejercer la representación de su país, medios hipócritas a veces, pero buenos ecuatorianos al fin.

Indigesto es el “cóctel de momia” que brinda el actual gobierno obligando a la nación a beber de un solo sorbo un brebaje de incoherencias y carga política importada que rompe principios que dicen defender.