miércoles, 9 de mayo de 2007

Infraestructura absurda.-

En el Ecuador se construyen las obras de infraestructura, sobre todo vial, partiendo de la necesidad creada de que sean baratas y se hagan rápido: exactamente como no se las debe hacer. Así entonces, las carreteras no duran y causan más de una molestia, generando al paso injusticias.

El asfalto es producido únicamente por Petroindustrial en la refinería de Esmeraldas y no es tratado por la “petro” como un producto industrial sujeto a controles de calidad, ¡sino como un residuo! Este mal producto, que unas veces es “aguado” y otras demasiado duro (preguntemos si no a los constructores), al ser el único disponible en el Ecuador todas las constructoras lo deben comprar y además sobre él no hay crédito, se lo paga de contado.

El asfalto de mala calidad es aplicado en las carreteras, mismas que en condiciones óptimas están diseñadas para soportar pesos de hasta 48 toneladas. ¿Pueden ustedes pensar en el comportamiento físico del asfalto en una subida de 7 grados en las montañas de los Andes sujetas al sol ecuatorial y al tráfico de camiones cargados con 60 o más toneladas?... Y encima ¡sin mantenimiento! ¡¡Pues se hace olas y luego baches!!... Luego las carreteras no duran. Y se reinicia el eterno “proceso de inversión en infraestructura” bajo las denominaciones de rehabilitación o reconstrucción con una periodicidad absurda, que no soporta una economía como la ecuatoriana.

Cuando los técnicos en el trazado de una carretera se encuentran con un río seco, prevén, para que el proyecto sea barato, que el caudal será lo suficientemente bajo como para poner ahí una “alcantarilla” (tubo de acero enterrado en la mesa de la carretera) y no un puente, sin considerar que el mantenimiento de dicha alcantarilla es algo que previsiblemente no sucederá. Entonces viene el primer invierno, el cauce seco trae no solamente un caudal de agua mayor al previsto, sino arrastra materiales que taponan la alcantarilla y al taponarse ésta se afecta la mesa la carretera… Todo por esta genialidad de ahorrar en tonterías sin ver el futuro de la obra. Colapsa la alcantarilla, se afecta la mesa, se corta la vía… Se lanza un proceso de “rehabilitación”… Más de lo mismo.

Otra parte del problema, que tiene muchísimos más detalles que los que abordamos a manera de enunciado apenas en este blog, es el mantenimiento rutinario. El mantenimiento debe ser priorizado para que lo que ya se ha invertido no se pierda por descuido. En vez de emprender en nuevas obras, se debe conservar de buena manera lo que ya existe y que muchos recursos y sacrificios le han costado ya a la comunidad nacional.

Capítulo aparte merecen las eternas disputas entre la administración pública y los constructores por las deudas que se acumulan. Esto es motivo para que constantemente se estén paralizando las obras y no se cumplan los plazos, se tengan que reajustar los precios y se deban realizar nuevas obras sobre lo que se ha dañado de la parte ya realizada.

Que el Estado deba no es necesariamente malo para los constructores, pues así ellos tienen un gran poder para presionar al régimen de turno por obtener nuevas obras y si no para hacer que el Estado les pague las deudas con bonos, los que rinden magníficos intereses, bonos que a su vez les sirven como garantía para obtener créditos en diversos centros financieros internacionales a intereses bajos. De la operación financiera descrita lo normal es que tengan saldo a favor los constructores.

Las carreteras deben hacerse considerando las particularidades de nuestra geografía, ecosistema y sobre todo nuestra economía. La mejor opción es hacerlas de cemento, para que no haya que sufrir por las vías cada cinco años, sino haya que preocuparse por ellas cada veinticinco. La relación costo beneficio aboga indiscutiblemente a favor del concreto. Como ejemplo veamos a Cuenca, con calles y avenidas de concreto en buena parte de su área urbana, obras que han sido hechas una vez, bien hechas, bien fiscalizadas, sabiendo que el dinero fluye escasamente y que se lo debe aprovechar con criterio cívico. De esta forma se evitan injusticias, deudas económicas y morales.