viernes, 14 de septiembre de 2007

VORAGINE.-

La forma de acercarse al pueblo elector de parte de los candidatos a la Asamblea deja muchas interrogantes en el aire.

Si, lamentablemente nadie habla claro sobre las reformas que han de ser introducidas en la Constitución. La enorme mayoría habla de conceptos vagos como “crédito”, “empleo”, “precios bajos”, “estabilidad”, “seguridad”, “futuro”.

Los candidatos saben que es difícil vender conceptos jurídicos, por ello apelan a conocidas formulas, basadas en las diversas necesidades que siente la población y esa forma de presentarse no es honesta.

Lo lógico sería mostrarse diciendo la verdad sobre qué hacer con, por ejemplo, los derechos fundamentales y las obligaciones ciudadanas, el ordenamiento territorial y la descentralización, los organismos de control, ¿se los va a reformar?; ¿de qué tipo de reformas se discute en cada caso?

Aquí la pena más grande es que el nivel de analfabetismo político del promedio del pueblo hace que los despropósitos que suenan como posibles partes de nada menos que un texto constitucional, sean aceptados ya que la gente no entiende que la Constitución debe ser un resumen de conceptos y no una interminable lista de elementos demagógicos, reglamentaristas, inoporunos e incoherentes con el deber ser de una Constitución.

El modo en que se viene llevando la campaña es de turbulencia gracias a la confusión reinante en el pueblo por no estar seguro de haber seleccionado ya a sus candidatos y menos de los complicados procesos de elección, escrutinio y asignación de escaños.

Nerviosismo, desconfianza y otros males, vive también la economía gracias a la turbulencia electoral, con indicadores de al menos, desaceleración, que de mantenerse podría desembocar en crisis. Esto se debe a que la oscuridad de las propuestas, y la inseguridad que irradian los eventuales actores de la asamblea abona para que esto suceda.

El Gobierno se halla en abierta campaña por sus candidatos y no se escatiman recursos ni tiempo: En toda aparición o visita el Presidente ejerce la política con su estilo personal y orienta la corriente hacia su movimiento. La actividad política del Presidente va dejando varias secuelas: sospechoso inmovilismo en el TSE; y, protesta y parálisis en sus contendores, a los cuales con una actitud lo más parecida a un “si, ¿y que?” el Gobierno les indica que los tiempos han cambiado y que las reglas las hacen y manejan ellos.

La actividad gubernamental en este año en que la campaña ha sido perenne, no ha tenido otra orientación que no fuese aquella que no sea reforzar la postura política del régimen. Todos los actos de Estado han tenido y tienen una carga orientada al golpe de efecto, a vender la imagen del Presidente, del Gobierno, pero acaso sin darse cuenta que esta sostenida siembra política de una tendencia determinada, con recursos públicos, puede tener resultados negativos para el funcionamiento coherente del país.

Si así anda la campaña, las propuestas y la actividad gubernamental, no debemos tener demasiadas esperanzas sobre los resultados de una asamblea que, lo primero que va a tener que hacer, es enterarse sobre lo que ha sido convocada a hacer: producir una nueva constitución y luego someter todo su trabajo a un referéndum aprobatorio, no lo olvidemos en medio de la vorágine.