jueves, 11 de octubre de 2007

¿Y ahora?

Ha pasado la turbulencia de la envilecida campaña electoral. Ha tenido ya sus resultados, tenemos ya la conformación de la asamblea. ¿Y ahora?

Ahora es el momento de ver si las ofertas de empleo, rebaja de precios, educación, alimentos, salud, infraestructura y otras pueden ser cumplidas desde Montecristi, o simplemente fueron un ardid mas de los actores políticos actuales para captar el favor popular.

¿La asamblea va a poder cumplir todo aquello que prometieron en campaña sus ahora integrantes? Creo que no, porque la asamblea no es el estamento desde el cual se ha de resolver la necesidad de alcantarillado del cantón “x” o la justa aspiración del cantón “y” de tener una carretera.

La asamblea fue vendida como la solución a todos los males del país, cuando en realidad se trata de un órgano legislativo primario cuya misión es, de acuerdo al estatuto aprobado por el pueblo, redactar una nueva Constitución, producto base, pero al mismo tiempo árido para ver cristalizadas las aspiraciones de un electorado al que le vendieron simplemente otra cosa.

Que hay necesidad de cambiar la nación es absolutamente cierto, sin embargo, ¿Cuál es la manera cómo nos quiere conducir a ese anhelado cambio el actual régimen?, ¿Acaso sembrando odio entre los habitantes del país?, ¿Iniciando una nueva campaña electoral en la cual se hará gala de irresponsabilidad y dispendio cuasi delictual de recursos públicos?

¿Qué cambio busca el Gobierno? Si de los recursos con los que cuenta el Estado, la mayoría están siendo destinados a unos subsidios tan grandes cuanto absurdos. No es lógico que una economía como la nuestra destine más del 40% del presupuesto general a subsidiar productos o servicios. Esa actitud además de ser irresponsable con el futuro, tiene un componente de coyuntura política detestable, cual es el de ganar adeptos para un proyecto que no termina de aclararse ya que no decantan aún las turbulentas aguas del quehacer político.

Cambio sería que el Gobierno pare el fandango politiquero y demagógico y gobierne para todos y no para un grupo de personas que, complejos de por medio, gracias a su reciente éxito en las urnas, pretenden ser los portavoces y hasta los dueños de los sentimientos y pensamientos de “todos y todas”, sacando a relucir unos odios y unos resentimientos sociales dignos de estudio, empezando por los del Presidente.

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