miércoles, 25 de abril de 2007

La política famosa.-

La participación en política de diversas personas que han logrado renombre gracias a sus desempeños profesionales en medios de comunicación, la farándula o el deporte es algo para conversar.

Nadie pretende eliminar el derecho de los ciudadanos a participar en las diversas instancias democráticas y desempeñarse en ellas, siempre y cuando haya aptitudes para esos desempeños y llevarlos con decoro, eficiencia y honestidad.

Han habido varios comunicadores sociales que fueron ganando espacio en la conciencia de sus respectivas comunidades gracias a que, a través de sus intervenciones en los medios emitían comentarios, editoriales y en general opiniones de orientación a sus lectores, oyentes o televidentes, mas allá de que esas opiniones podían contener orientaciones políticas, a las que, por lo demás, tenemos pleno derecho en ejercicio de la libertad todos los seres humanos.
La orientación política de cualquier tipo que, un comunicador vocacional o profesional, pueda expresar en el ejercicio de sus actividades no es mala, por el contrario, es una propuesta a que la comunidad se involucre en la discusión y búsqueda de soluciones a sus propios problemas, es plantear la necesidad de que todos seamos actores de nuestra vida en común. Es un ejercicio de alfabetización política que, además, el público tiene la opción de aceptar o no.
Cuando en un momento dado algunos de estos comunicadores optaron por participar dentro de las reglas de la democracia y accedieron a dignidades de elección popular, se supo quienes estaban preparados para llevar la pesada carga de la función pública y quienes no, sus ejecutorias hablaron por ellos. El pueblo ya los ha juzgado; así encontramos honrosos ejemplos de dignísimos ciudadanos que luego de un primer ejercicio de un cargo de elección popular, volvieron con humildad a sus trincheras y el pueblo los buscó y eligió nuevamente: esos son ejemplos de orientación y servicio. Pero también, como en todo, hay otros que no lo han sido y el pueblo les ha castigado duramente: con el olvido.

Pero la intervención en política de personas que se han dado a conocer no como orientadores de opinión, sino sea como artistas, sea animadores, sea deportistas y hasta reporteros de la llamada “prensa rosa” y nada mas que eso y que a partir de las actividades enunciadas pasan, de pronto, a ser representantes de los intereses populares para normar la vida comunitaria, es una tomadura de pelo al país.
Lamentablemente, ante la falta de siembra y promoción de nuevas generaciones de actores políticos, los partidos y movimientos en general han echado mano de figuras de este tipo, cuya presentación y promoción electoral no ha dado malos resultados coyunturales, pero ha bajado de nivel la calidad de los actores y por ende de los debates, proyectos y propuestas por ellos protagonizados. Mención aparte merece la tendencia al camisetazo.
No sería justo desconocer que algunos de estos personajes cuentan con una preparación académica y experiencia en la vida que los acredita, digamos, como multifacéticos y que, de cierta forma asegura que el desempeño de sus funciones será, al menos, decoroso. Esas son las excepciones que confirman la regla.

La mezquindad de los dueños de partidos y movimientos, el hambre de resultados electorales y la baja cultura política del promedio de la ciudadanía ha dado como resultado que el arte (sobre todo musical), el deporte y la farándula ya huelan a política y que cualquier entrevista sea una oportunidad de promocionar su eventual campaña electoral.
La política deber ser una actividad seria y patriótica, orientada a que se la ejerza por los más aptos que, por sus atributos de convicción ideológica, conocimiento en, por ejemplo derecho, economía, problemática social en general, etc. se hagan conocer y no para ser protagonizada por quienes por sus breves y llamativos ropajes, expresiones jocosas, canciones, orientación sexual, bailes, goles, marcas y plusmarcas solamente, pretendan tener ya patente para intervenir en la vida nacional a nombre del pueblo y no solo, como correspondería, de su público, fans o hinchas.

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