martes, 15 de enero de 2008

Milagro.-

Luego de un año de que el “revolucionario ciudadano” ha asumido el poder, lo menos de lo quisiera comentar es de ello, pues ya todos lo han hecho y tienen su opinión sobre el gobierno y su cabeza.

Por qué mejor no ver hacia nosotros mismos, hacia nuestro interior, ver qué debemos cambiar dentro de nosotros y no buscar qué se puede o debe cambiar en los demás pues en la mayoría de ocasiones resulta una tarea imposible. Por qué más bien y con ocasión del año nuevo, miramos si es que ha sucedido un milagro en nuestras vidas.

Por qué, como lo comenta Luigi Giussani, no buscamos esos “…ciertos acontecimientos que remiten a una persona concreta a Dios y que, al remitirle a ella, remiten también a su prójimo…”. Si, y es que el milagro no solamente opera en una persona concreta sino en sus seres amados, porque normalmente son los que más cerca están, aunque no siempre de modo físico, como aquellos que están fuera de nuestras fronteras.

Reflexionando las palabras de Giussani, descubrimos el milagro como un acontecimiento que necesariamente nos llama la atención a partir de su característica moralizadora, de la función edificadora que el acontecimiento tenga en la conciencia de cada persona que lo experimente. Descubrir la medida verdadera de la realidad nos llevará a distinguir un milagro de lo meramente extraordinario, de lo prodigioso.

Para captar el milagro se debe uno acercar a el no por curiosidad ni superstición, sino buscando el sentido sobrenatural con el que un acontecimiento de esta naturaleza toca la espiritualidad de cada ser humano; por ello si no hay un acercamiento humilde a ese acontecimiento se puede perder la maravillosa posibilidad de experimentar a Dios en nuestras vidas y de solamente dar paso al ejercicio de una libertad inadecuada, lo cual termina siendo semilla de la injusticia la que a su vez termina calificando de bueno lo que en realidad es nocivo.

Para saber que ha acontecido un milagro, se debe tener una simpatía por Dios, una simpatía previa, una amistad con Él, al menos implícita y ciertamente demostrar que se tiene pasión absoluta por nuestra propia humanidad, aceptación de ella, cultivo de la misma.

Los milagros no necesariamente se verifican en nuestras vidas como estas situaciones pletóricas de felicidad, por lo general llegan a través de acontecimientos dolorosos que no logramos entender y mucho menos explicar, pero ahí está la necesidad, la exigencia de acercarse a ese acontecimiento con espíritu religioso y sobrenatural, no con mera curiosidad, pues en el acercamiento desinteresado y descarnado que hagamos sobre algo que nos duele en lo más profundo del alma, de seguro encontraremos un gesto sobrenatural que puede cambiarnos la vida.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Hola Sebastián. Qué bueno tenerte entre los amigos!!! Tu artículo es interesante. Desearía conocer tu opinión acerca de la diferencia entre lo extraordinario y lo prodigioso respecto al milagro. Y si la captación del milagro solo puede hacérselo desde el ámbito religioso?.
Un abrazo

Deya Freya Gomez Salazar dijo...

Aunque no sabría distinguir entre un milagro extraordinario y uno prodigioso, si se que la gente con la que contamos, los amigos y amigas incondicionales, que siempre están ahí, en las buenas, en las malas y en las maduras, son para mi milagros de vida.
Y mi familia cuando nos unimos y sobrepasamos las pruebas, nos convertimos en otro milagro y ahí si que le doy la razón de que a veces es doloroso, como cuando sucede una enfermedad.
Pero además, en cada detalle de la vida, en las flores, en las mascotas, las montañas que amo, el mar y la naturaleza en general, se esconden grandes y pequeños milagros de vida, sobre todo el milagro de poder disfrutarlos.
Un abrazo y gracias por la reflexión.